jueves, 9 de septiembre de 2010

UN ZOO EN PARQUE PATRICIOS

     A principios del siglo XX la ciudad de Buenos Aires era testigo de un pueblo que se estaba emancipando, que quería una identidad propia. Las costumbres porteñas comenzaban a arraigarse y asimismo a despegarse de aquello que los extranjeros proponían.    
    La clase trabajadora y humilde debía recorrer enormes distancias para acercarse hasta sus puestos de trabajo, ir de compras e incluso para visitar lugares de esparcimiento. Esto fue precisamente lo que llevó al geólogo y paleontólogo Clemente Onelli, de la mano de Alvear, a realizarle un obsequio a la marginada zona sur de la Ciudad de Buenos Aires.



    En lo que hoy conocemos como el Parque Patricios funcionó el único jardín zoológico de la ciudad, además del histórico y reconocido del barrio de Palermo.
    Onelli, un estudioso de la naturaleza, intentó entregarle al sector trabajador la posibilidad de apreciar una fauna que jamás habría de conocer, porque el viaje y precio de la entrada le resultaban inaccesibles. Con los pocos recursos que le brindó el gobierno de la ciudad reunió un camello, un dromedario, cuatro cebúes, dos guanacos y dos avestruces. Y aunque en nuestros tiempos estos animales no resulten atractivos, en aquel entonces tenían un significado invaluable para quienes no contaban con ningún divertimento.
    Con el tiempo el “Zoológico del Sur”, como lo llamaron, fue incorporando atracciones, como la cabrería municipal. En este sitio una multitud de personas formaba fila para tomar leche fresca recién ordeñada.



    “Era un zoo temático con arquitectura romana antigua, el pabellón de los felinos y los osos era una copia del acueducto de Claudio, con una serie de arcos mayores y menores que servían de jaulas y guaridas para estos animales. El depósito de forrajes estaba en “el ara de Júpiter”, las aves exóticas en el pabellón de “erecteon” y al fondo un espectacular palomar romano”, según recuerda un historiador de Parque Patricios.
Clemente Ornelli estaba convencido de que este paseo humilde que lograba concentrar 30 mil personas por fin de semana debía solventarse de alguna manera. La entrada libre y gratuita estaba provocando el deterioro del lugar porque los fondos estatales que recibía eran bajísimos.
    En 1924 muerió el fundador de este zoo para trabajadores de zona sur y, sin su activa participación, el sueño de compartir las bellezas de la naturaleza con los menos acaudalados se desvaneció. En 1938 las puertas se cierran definitivamente y se levanta un centro de deportes y recreación.
    Hoy en día no ha quedado ni siquiera una placa recordatoria de aquel lugar maravilloso de Parque Patricios que casi todos desconocen.

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